En un pueblito rojizo, con su Plaza Mayor, Pza Bolivar, su calle principal, pavimentada por cierto, un boulevard, con cactus y un poco de arena en el medio. A ambas manos de la calle, casas coloridas, combinando turquesa con celeste, o amarillo, fucsia con azul... Los rostros morenos, de los pobladores, sentados en las puestas de sus casas, como esa vez, en Ometepe... tierra prometida, Ometepe, oasis de paz paz paz.... ( sólo yo me entiendo), charlando de ´cosas de la vida´.

El sol se ponía, nosotros interrumpiendo los partidos de futbol y volley de los jóvenes. Nos seguían sus miradas. Nosotros las de ellos. Extraños éramos, distintos nos miraban, se reían y sonrojaban.

Una emoción, al ver la puesta del sol sobre aquel pueblito, corría y se espaarcía dentro mío. Cómo llegamos a parar ahí. No lo sé. Pero las ansias, de viajar, conocer y descubrir me envolvían.

Pensar que éramos los únicos extranjeros en el pueblo. No en la isla. En otra parte, allá, lejos del pueblo, tres hoteles (seguramente no muy poblados), sin contacto con el pueblo de la isla Coche.

Subimos una colina y desde ahí contemplando, hablando de momentos pasados, un pueblito como Macondo, delante mío. No exactamente como el descrito por G.G.Marquéz, ya que lejos del mar de encontraba y sus calles no se hallaban pavimentadas. Pero la paz y tranquilidad reinaban, el vieno cálido, el sol poniente, todo me provocaba la misma sensación...